El valor de las cosas que damos por sentado sólo se descubre cuando las perdemos. Entre estas cosas, la salud quizás está en primer lugar.
Es por eso que es en tiempos de emergencia por coronavirus que descubrimos la importancia de prestar atención a nuestro cuerpo y a los demás.
“¿Estoy bien? ¿Estoy enfermo? Tal vez sea el caso de que no vaya a trabajar hoy si no me encuentro bien, para proteger a mis compañeros.”
No poder ir a la oficina nos ha abierto los ojos a la necesidad de tener métodos de trabajo desconectados de los lugares físicos, en dos palabras Smart Working.
La productividad de la oficina no puede detenerse si las personas no pueden acceder a sus escritorios por alguna razón. Ahora es anacrónico vincular el negocio a las cuatro paredes del lugar de trabajo.
Esta emergencia es paradójicamente instructiva para el mundo de las empresas, desde las grandes hasta las pequeñas y medianas empresas: los trabajadores deben continuar produciendo, incluso si los caminos a la oficina están cerrados debido a adversidades climáticas.
El trabajo inteligente no es algo nuevo pero todavía hay muy pocas empresas que lo lleven a la práctica. Sin embargo, cientos de estudios han demostrado que la productividad individual de los empleados aumentan en un 20% cuando tienen la oportunidad de trabajar desde casa. Sin mencionar la caída significativa en la baja por enfermedad, facilidades en la gestión del permiso parental y del permiso de maternidad; el trabajo inteligente como un incentivo no económico más efectivo para conquistar y retener el talento.
La tecnología ofrece todas las herramientas para compartir chats, llamadas telefónicas, documentos y videoconferencias de manera 100% segura, gracias a las soluciones intuitivas e interfaces digitales a prueba de inexpertos.
Entonces, ¿por qué el trabajo inteligente todavía no se ha convertido en la norma de las empresas españolas?
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